26 de julio de 2017

¿Participan los testigos de Jehová en actividades interconfesionales?




A los testigos de Jehová nos gusta hablar de temas religiosos con personas de distintas confesiones, pero no rendimos culto con ellas. La Biblia señala que los cristianos verdaderos están unidos, y para eso es imprescindible que tengan las mismas creencias (Efesios 4:16; 1 Corintios 1:10; Filipenses 2:2). No basta con que coincidan en que el amor, la compasión, el perdón y otras virtudes son muy valiosas. Los testigos de Jehová apoyamos nuestras creencias en un conocimiento exhaustivo y preciso de la Biblia. Sin esto, nuestra fe sería en vano (Romanos 10:2, 3).

La Biblia dice que si el cristiano rinde culto con alguien que tiene otras creencias, se coloca bajo un “yugo desigual” (2 Corintios 6:14-17). Como la unión entre ellos sería desequilibrada, la fe del cristiano se perjudicaría. Por eso, Jesús no quiso que sus discípulos formaran este tipo de unión (Mateo 12:30; Juan 14:6). Además, la Ley que Dios dio a los israelitas mediante Moisés les prohibía unirse a las naciones vecinas en el culto (Éxodo 34:11-14). Tiempo después, por lealtad a este mandato, los israelitas rechazaron la ayuda ofrecida por sus vecinos porque implicaba formar una alianza religiosa con personas que no compartían su fe (Esdras 4:1-3).

¿Están los testigos de Jehová abiertos al diálogo con gente de otras religiones?

Sí, todos nos esforzamos por dialogar con personas de distintas religiones. En el 2016 dedicamos 1.983.763.754 horas a esta obra. Al igual que el apóstol Pablo, queremos entender la forma de pensar y las creencias del “mayor número de personas” posible (1 Corintios 9:19-22). Y cuando conversamos con ellas, tratamos de mostrar “profundo respeto” por sus creencias, tal como nos aconseja la Biblia (1 Pedro 3:15).

Fuente: https://www.jw.org/es/testigos-de-jehov%C3%A1/preguntas-frecuentes/actividades-interconfesionales/

10 de julio de 2017

Un día frío, escribo...




El día esta cargado de nostalgia. Afuera, los niños corren en medio de la pequeña plazuela verde, cercada de piedras. El aire frío de la mañana muchas veces nos hace estar un poco pensativos, pero el estar afuera, dando cursos, es mejor que estar en casa. El frío parece dejar de abrazarnos y sentimos una tibieza especial cuando subimos y bajamos por las laderas de los cerros. No es el calor corporal, no, es algo más. Algo más profundo, tibio y dulce, un pequeño gozo que crece desde el centro del corazón y parece elevarnos unos milímetros de la aspereza del suelo. Uno llega y el saludo es siempre una sonrisa. No sé porque, entonces, siempre a uno le dan ganas de sonreír a todas las personas. ¿Es porque este mensaje suave y cálido que llevamos, es un mensaje de amor, buenas nuevas que brotan de unos labios agradecidos hasta posarse en los oídos de quien quiera oír? Y este mensaje, claro, es algo muy intimo, sereno, un río de paz, como un bosque arrullado por un canto.
A todas las personas les gusta oír. O a casi todas. Y de todas las personas que oyen este mensaje, muchas te piden volver. Son ellas las que motivan a dar un esfuerzo más, un paso más , una cuesta más, un poco de aire frío  y a subir y bajar. 
Esta temporada no es tan fría como otras. El mensaje de Jehová puede atravesar los hielos mas duros, los lugares más inhóspitos. Es cierto. Cualquiera puede corroborarlo. Se predica en lugares como Rusia, en las estepas áridas y heladas, pero nada de eso sucede aquí. Lima es una ciudad otoñal. No hay inviernos crudos como los de Europa o en los Andes peruanos, donde, ahí sí, la temperatura desciende hasta veinte grados bajo cero. Abrigarse es casi imposible. Un abrazo de hielo. Pero aquí el clima, gracias a Jehová, es benigno, un leve frío con algunas oleadas de un sol tibio y tímido. La humedad también parece, no es tanta como la de otras épocas. Recuerdo informes en que se decía que esta bordeaba el noventa por ciento e incluso más. Respirábamos agua.
Mi esposa llega y escucho como abre la puerta, se acerca y me da un tierno beso en la mejilla. Me gusta su aroma. Parece un bouquet de flores. Es hora de almorzar , me dice tiernamente. Le hago caso. Apago la computadora y dejó para después esta pequeña confesión.