Amemos con el corazón a nuestros hermanos que han envejecido en el servicio a Jehová. Es cierto, la vejez trae decaimiento físico, trastornos en la salud; con lo cual merma, muchas veces, el servicio a Dios y eso los hace sentirse tristes. No dejemos de visitar a nuestros queridos hermanos, tratemos de animarlos. Quizá, finalmente, seamos nosotros quienes seamos animados por ellos.
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