ELÍAS
1
Ajab te acusa ante todos de ser la peste de Israel.
Sabe que eres el profeta de Yavé.
Los 450 profetas de Baal, apoyados por Jezabel, están contra ti.
Todo el pueblo quiere ver el desenlace.
Conocen que tu actúas con un poder que no es tuyo.
Cierta vez brotó el alma del niño en una carne llena de ocaso.
Era el pequeño hijo de una viuda de Serepta.
La misma que sobrevivió tres años con un puñado de harina y aceite que Yavé les otorgó .
La voz de Elías tronó como un rayo.
El reto estaba hecho.
Silencio. Todos recuerdan: la inicua Jezabel mató a cientos de profetas de Yavé.
¿No tiembla tu corazón, Elias?
¿Qué te hace seguir adelante?
Traen los novillos. Ellos escogen el más gordo. Inmejorable.
Preparan su altar y ruegan desde el amanecer hasta la media tarde.
“Baal, Baal, Baal, Baal, Baal, Baal, Baal, Baal, Baal, Baal, Baal, Baal, Baal
Baal, Baal, Baal, Baal, Baal, Baal, Baal, Baal, Baal, Baal, Baal, Baal, Baal”
Silencio. No hay respuesta.
gritan, convulsionan, se hacen cortes y se revuelcan en el lodo rojo de su sangre.
¿Qué paso? ¿Su dios está de viaje?
Ahora es tu turno Elías, ¿lo harás?
Levantas un altar, destazas el novillo,
preparas la pira
madera y agua
agua
agua
agua
treinta galones de agua hasta ahogar la madera.
El pueblo observa absorto, hipnotizados por lo que ven.
¿Ha perdido la razón, Elías?
¿Cómo arderá la madera sumergida?
Tu voz como el fuego recorre el Carmelo.
“Que sepan que tú eres Dios, que sepan que soy tu servidor, que arda tu fuego sobre la pira”
Y los sacerdotes de Baal no lo creían.
Ardía la madera, el agua se consumía.
El pueblo grita: “Yavé es Dios”
Y Elías dio cuenta de los que barrieron de la tierra el alma de los siervos de Yavé.
Y 450 cabezas se pierden en el torrente del Cisón.