6 de septiembre de 2012

Hacer la voluntad de Dios, es siempre lo correcto


Alguna vez, a Moisés le ordenaron ir a Egipto para rescatar a su pueblo, los despreciados por Faraón, y él en un principio se negó a hacerlo. Era comprensible. No se sentía capaz de hacerlo, de ir y liberar a un pueblo que estaba oprimido con vara de hierro por uno de los hombres más poderosos de aquel entonces. Era innegable que el temor lo invadía. Y ese temor, no era solamente a Faraón o a sus hombres, sino a la propia responsabilidad de conducir a todo un pueblo compuesto de miles y miles de hombres, mujeres y niños; precisamente él, que era un pastor acostumbrado a conducir a su ganado, recorrer el desierto buscando a sus ovejas perdidas, cuidarlas y velar por ellas. Tenía una esposa, hijos, ¿qué sería de ellos? Era comprensible su temor.
Y no era la primera vez que un hombre tenía temor de obedecer las ordenes de Jehova Dios. Un hombre, un profeta de Israel, sintió un temor tan grande cuando se le ordenó ir a predicar a la tierra sanguinaria de Ninive, que simplemente huyó en dirección opuesta, tratando de no hacer la voluntad de Dios, pero eso, como sabemos, es imposible. Dios cuando hace un llamado no da su brazo a torcer. Él siempre está dispuesto a lograr su cometido, porque Dios nunca se equivoca y siempre, como se ha visto a lo largo de la historia, el hombre ha estado más cerca del error que del cierto. Por eso, dejemos actuar a Dios y que sea Él quien dirija nuestros pasos. 

Nuestro Padre Jehova los tenga en su corazón, siempre. 


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