En las Escrituras Griegas Cristianas.
En vista de las pruebas presentadas, parece muy extraño que las copias manuscritas existentes del texto original de las Escrituras Griegas Cristianas no contengan el nombre divino en su forma completa. Por ello el nombre tampoco se encuentra en la mayoría de las traducciones del llamado Nuevo Testamento. Sin embargo, en estas traducciones sí aparece en su forma abreviada como parte de la expresión “Aleluya”, “Aleluia” o “Haleluia”. (Rev 19:1, 3, 4, 6; BAS; BC; BJ; LT; Val, 1868.) Esta expresión (“¡Alaben a Jah!” [NM]), pronunciada por hijos celestiales de Dios, hace patente que el nombre divino no estaba en desuso; es más, era tan importante y pertinente como lo había sido en el período precristiano. Entonces, ¿a qué se debe la ausencia de su forma completa en las Escrituras Griegas Cristianas?
¿Por qué no se encuentra el nombre divino en su forma completa en ningún manuscrito antiguo disponible de las Escrituras Griegas Cristianas?
Durante mucho tiempo se ha argumentado que como los escritores inspirados de las Escrituras Griegas Cristianas hicieron sus citas de las Escrituras Hebreas basándose en la Septuaginta, y en esta versión se había sustituido el Tetragrámaton por los términos Ký·ri·os o The·ós, el nombre de Jehová no debió aparecer en sus escritos. Como se ha mostrado, este argumento ya no es válido. Al comentar sobre el hecho de que los fragmentos más antiguos de la Septuaginta sí contienen el nombre divino en su forma hebrea, el doctor P. Kahle dice: “Ahora sabemos que el texto griego de la Biblia [la Septuaginta], en tanto fue escrito por y para judíos, no tradujo el nombre divino por kyrios, sino que en esos MSS [manuscritos] se conservó el Tetragrámaton con letras hebreas o griegas. Fueron los cristianos quienes reemplazaron el Tetragrámaton por kyrios cuando el nombre divino escrito en letras hebreas ya no se entendía”. (The Cairo Geniza, Oxford, 1959, pág. 222.) ¿Cuándo se produjo este cambio en las traducciones griegas de las Escrituras Hebreas?
Debió producirse en el transcurso de los siglos que siguieron a la muerte de Jesús y sus apóstoles. En la versión griega de Aquila, del siglo II E.C., el Tetragrámaton todavía aparecía en caracteres hebreos. Alrededor del año 245 E.C., el famoso erudito Orígenes produjo su Héxapla, una reproducción a seis columnas de las Escrituras Hebreas inspiradas que contenía: 1) el texto hebreo y arameo original, 2) una transliteración al griego del texto hebreoarameo, 3) la versión de Aquila, 4) la versión de Símaco, 5) la Septuaginta y 6) la versión de Teodoción. Basándose en las copias incompletas que se conocen actualmente, el profesor W. G. Waddell dice: “En la Héxapla de Orígenes [...] las versiones griegas de Aquila, Símaco y LXX [la Septuaginta] representan JHWH por ΠΙΠΙ; en la segunda columna de la Héxapla, el Tetragrámaton está escrito en caracteres hebreos”. (The Journal of Theological Studies, Oxford, vol. 45, 1944, págs. 158, 159.) Otros creen que el texto original de la Héxapla de Orígenes empleó caracteres hebreos para el Tetragrámaton en todas sus columnas. Orígenes mismo dijo que “en los manuscritos más fieles EL NOMBRE está escrito con
caracteres hebreos, no del hebreo moderno, sino del arcaico”.
En fecha tan tardía como el siglo IV E.C., Jerónimo, el autor de la traducción denominada Vulgata latina, dice en su prólogo a los libros de Samuel y Reyes: “Y hallamos el nombre de Dios, el Tetragrámaton [יהוה], en ciertos volúmenes griegos aun en la actualidad expresado con las letras antiguas”. En una carta escrita en Roma en 384 E.C., Jerónimo dice: “El noveno [nombre de Dios es] tetragrammo, que los hebreos tuvieron por [a·nek·fṓ·nē·ton], esto es, ‘inefable’, y se escribe con estas tres letras: iod, he, uau, he. Algunos no lo han entendido por la semejanza de estas letras y, al hallarlo en los códices griegos, escribieron de ordinario πι πι [letras griegas que corresponden a las romanas pi pi]”. (Cartas de San Jerónimo, Carta 25 a Marcela.)
De modo que los llamados cristianos que “reemplazaron el Tetragrámaton por Ký·ri·os” en las copias de la Septuaginta no fueron los discípulos primitivos de Jesús, sino personas de siglos posteriores, cuando la predicha apostasía estaba bien desarrollada y había corrompido la pureza de las enseñanzas cristianas. (2Te 2:3; 1Ti 4:1.)
Jesús y sus discípulos lo usaron.
Así que, con toda seguridad, en los días de Jesús y sus discípulos el nombre divino aparecía en las Escrituras, tanto en los manuscritos hebreos como en los griegos. ¿Emplearon ellos el nombre divino en su conversación y escritura? En vista de que Jesús condenó las tradiciones de los fariseos (Mt 15:1-9), sería sumamente irrazonable pensar que él y sus discípulos se dejaran influir por las ideas farisaicas (como las que se registran en la Misná) a este respecto. Por otra parte, el propio nombre de Jesús significa “Jehová Es Salvación”. Él declaró: “Yo he venido en el nombre de mi Padre” (Jn 5:43); enseñó a sus seguidores a orar: “Padre nuestro que estás en los cielos, santificado sea tu nombre” (Mt 6:9); dijo que hacía sus obras “en el nombre de [su] Padre” (Jn 10:25), y la noche de su muerte dijo en oración que había puesto de manifiesto el nombre de su Padre a sus discípulos, y pidió: “Padre santo, vigílalos por causa de tu propio nombre”. (Jn 17:6, 11, 12, 26.) En vista de lo antedicho, cuando Jesús citó o leyó de las Escrituras Hebreas, ciertamente pronunció el nombre de Dios: Jehová. (Compárese Mt 4:4, 7, 10 con Dt 8:3; 6:16; 6:13; Mt 22:37 con Dt 6:5; Mt 22:44 con Sl 110:1; y Lu 4:16-21 con Isa 61:1, 2.) Como es lógico, los discípulos de Jesús, entre ellos los escritores inspirados de las Escrituras Griegas Cristianas, siguieron su ejemplo a este respecto.
¿Por qué, entonces, no aparece el nombre en los manuscritos disponibles de las Escrituras Griegas Cristianas, o el llamado Nuevo Testamento? Seguramente porque los manuscritos que hoy tenemos (del siglo III E.C. en adelante) se hicieron después que se alteró el texto original de los apóstoles y discípulos. Los copistas posteriores sin duda reemplazaron el nombre divino —el Tetragrámaton— por los términos Ký·ri·os y The·ós. (GRABADO, vol. 1, pág. 324.) Los hechos muestran que eso es justo lo que ocurrió en copias posteriores de la Versión de los Setenta de las Escrituras Hebreas.
Fuente: Perspicacia para comprender las escrituras, Tomo II, pág. 39, 40
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