Traquetean las ollas bajo el chorro de agua. Mi esposa sirve el desayuno caliente para luchar contra el frío. En Lima, los días son trozos de hielo que calan los huesos. No queda más que abrigarse para no respirar agua en esta ciudad sumergida.
Llegan los huevos cocidos a la mesa, acompañados de habas y un vaso de agua caliente. Deberíamos haber ido a ver al doctor, me dice, pero prefiero no hacerlo. Tengo algunas medicinas para calmar esta tos huraña, persistente, sonora. Una tos que me impidió acompañar a los hermanos a darle mantenimiento al local de asambleas. Mañana tenemos la nuestra y no sé si podré asistir. Me duele un poco el pecho cuando toso y la garganta está irritada. Espero mejorar para mañana. Mi esposa, mi buena enfermera, se quedó en casa cuidándome. La pobre quisiera hacer más, se le nota en los ojos, en la ternura de sus manos, en la emoción de su voz, pero ya hace suficiente.
El desayuno fue revitalizante. Ahora, debo tomar la medicina. Siempre con el estómago lleno, me dijeron. Yo hago caso. No quiero que me duela el estómago por las pastillas. Sería saltar de la sartén al fuego, como dicen. Sería hermoso asistir a la asamblea de mañana, pero no quiero contagiar a nadie. Sería una pena que por mi culpa, algunos hermanos cogieran está gripe o no sé que, que tengo. Cojo un libro, trato de leerlo, pero ya la cama parece hecha de fuego. Me levanto, pero cuando lo hago el frío como dardos viene de todas partes.
Quedarse en cama, era más difícil los primeros días. Al pasar mucho tiempo en casa, trato de llenar mis horas leyendo mi texto diario, le hago un esquema y lo subo a wassap y al blog. Realmente es muy entretenido. También leo mi Biblia. Me he puesto la meta de estudiar un capítulo diario de la Biblia. La biblioteca en línea tiene buenos comentarios de cada versículo de la Biblia, así puedo aprender más acerca de Jehová. Ademas, estoy leyendo el libro Beneficiese, para seguir mejorando y ser un buen maestro de la escrituras, y ver si de una vez puedo vencer la timidez que me agobia cada vez que subo a la plataforma. Aprendo una lección cada día. Por las noches, estudiamos con mi esposa cualidades acerca de cómo ser un buen cristiano, escuchamos algún discurso, vemos alguna película de la JW, y también conversamos bastante, en realidad, bromeamos bastante. Gracias a Jehová, todo gracias a Él. También vemos alguna comedia o película, pero cada vez es más difícil hallar algo sin groserías o sexo en la pantalla.
A pesar de la enfermedad, le agradezco de corazón a Jehová por mi esposa, por pertenecer a su pueblo, por conocerlo y tener la esperanza de llegar a ser su amigo. No hay nada más que pedir.
16 de agosto de 2018
DIARIO: Días de cama
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