Su origen.
Las Escrituras indican que la criatura conocida como Satanás no siempre tuvo ese nombre, sino que se le dio debido a que tomó un proceder de oposición y resistencia a Dios. No se revela el nombre que tenía antes. Dios es el único Creador, y ‘su actividad es perfecta’ y sin ninguna injusticia. (Dt. 32:4.) Por lo tanto, cuando fue creado, era una criatura de Dios perfecta y justa. Es una persona celestial, pues compareció en el cielo en la presencia de Dios. (Job 1, 2; Rev 12:9.) Jesucristo dijo de él: “Ese era homicida cuando principió, y no permaneció firme en la verdad, porque la verdad no está en él”. (Jn 8:44; 1Jn 3:8.) Con estas palabras mostró que Satanás estuvo una vez en la verdad, pero la abandonó. Su acción abierta de rebelión al apartar a Adán y Eva de Dios constituyó un homicidio, pues acarreó la muerte de Adán y Eva, lo que, a su vez, trajo el pecado y la muerte a su prole. (Rom. 5:12.) Las cualidades y acciones que se le atribuyen por todas las Escrituras solo se podrían atribuir a una persona, nunca a una cualidad abstracta del mal. Está claro que los judíos, así como Jesús y sus discípulos, sabían que Satanás era una persona.
Desde un comienzo justo y perfecto, esta persona celestial se desvió hacia el pecado y la degradación. Santiago explica el proceso que lo llevó al pecado cuando dice: “Cada uno es probado al ser provocado y cautivado por su propio deseo. Entonces el deseo, cuando se ha hecho fecundo, da a luz el pecado; a su vez, el pecado, cuando se ha realizado, produce la muerte”. (Snt. 1:14, 15.) El proceder emprendido por Satanás en algunos respectos parece paralelo al del rey de Tiro descrito en Ezequiel 28:11-19. )
El relato bíblico deja claro que Satanás habló por medio de una serpiente, y sedujo a Eva para que desobedeciera el mandato de Dios. A su vez, Eva indujo a Adán a tomar el mismo derrotero rebelde. (Gé. 3:1-7; 2Co. 11:3.) En consecuencia, la Biblia da a Satanás el título de “Serpiente”, título que, por el uso que Satanás hizo de la serpiente, adquirió el significado de “engañador”; él también se convirtió en “el Tentador” (Mt. 4:3) y un mentiroso, “el padre de la mentira”. (Jn. 8:44; Rev. 12:9.)
Hace surgir la cuestión de la soberanía.
Cuando Satanás abordó a Eva (mediante las palabras de la serpiente), en realidad desafió la legitimidad y justicia de la soberanía de Jehová. Dio a entender que Dios estaba reteniendo algo de la mujer sin ningún derecho, y además le acusó de mentiroso por decir que ella moriría si comía del fruto prohibido. También le hizo creer a Eva que sería libre e independiente de Dios, igual a Él. Por este medio, esta malvada criatura celestial se elevó a sí misma por encima de Dios a los ojos de Eva y pasó a ser su dios, aunque, al parecer, en ese momento ella no conocía la identidad del que la engañaba. Su acción colocó al hombre y a la mujer bajo su acaudillamiento y control, y lo convirtió a él en un dios rival opuesto a Jehová. (Gé. 3:1-7.)
Al descorrer el velo y ofrecer una vislumbre de cuestiones celestiales, la Biblia revela que Satanás compareció después ante Jehová en el cielo como un dios rival, desafiándole en su propio rostro, y diciendo que podía apartar de Él a su siervo Job y, por extensión, a cualquier siervo suyo. En realidad, acusó a Dios de concederle injustamente a Job todas las cosas, además de total protección, de manera que él no podía probar a Job y demostrar que realmente había maldad en su corazón. Dio a entender que Job servía a Dios principalmente por motivos egoístas. Dejó claro que tenía esta opinión al decir: “Piel en el interés de piel, y todo lo que el hombre tiene lo dará en el interés de su alma. Para variar, sírvete alargar la mano, y toca hasta su hueso y su carne, y ve si no te maldice en tu misma cara”. (Job 1:6-12; 2:1-7.)
En este caso particular, Jehová permitió que Satanás plagase a Job de calamidades: no impidió que Satanás causara una incursión de merodeadores sabeos, así como la aniquilación de sus rebaños y pastores mediante lo que el mensajero llamó “el mismísimo fuego de Dios” desde los cielos, sobre el que no se especifica si eran rayos u otro tipo de fuego. Satanás también causó una incursión de tres bandas de caldeos y una tempestad de viento. Con estos medios destruyó todas las propiedades de Job y mató a todos sus hijos. Finalmente, le infligió una enfermedad repugnante a Job mismo. (Job 1:13-19; 2:7, 8.)
Todo esto pone de manifiesto la fuerza y el poder de la criatura celestial llamada Satanás, así como su actitud cruel y asesina.
Sin embargo, es importante notar que Satanás reconoció su impotencia frente al mandato expreso de Dios, pues no desafió el poder y la autoridad de Dios cuando se le prohibió quitarle la vida a Job. (Job 2:6.)
Su continua oposición a Dios. Al desafiar a Dios y acusar a sus siervos de que no mostrarían integridad, Satanás se hizo acreedor de su título “Diablo”, que significa “Calumniador”. Se merecía ese título por haber calumniado a Jehová Dios en el Jardín de Edén.
Se le unen otros demonios inicuos.
Antes del diluvio del día de Noé, otros ángeles de Dios dejaron su propio lugar de habitación en los
cielos y el puesto que allí tenían asignado, materializaron cuerpos humanos, vinieron a morar en la Tierra, tomaron esposas para sí y produjeron una prole a la que se llamó nefilim. (Gé. 6:1-4; 1Pe 3:19, 20; 2Pe. 2:4; Jud. 6.) Al dejar de servir a Dios, estos ángeles quedaron bajo el control de Satanás. Por consiguiente, a este se le llama “el gobernante de los demonios”. En una ocasión, cuando Jesús expulsó los demonios de un hombre, los fariseos le acusaron de hacerlo gracias al poder de “Beelzebub, el gobernante de los demonios”. La respuesta de Jesús: “Si Satanás expulsa a Satanás, ha llegado a estar dividido contra sí mismo”, muestra que ellos se referían a Satanás. (Mt. 12:22-27.)
cielos y el puesto que allí tenían asignado, materializaron cuerpos humanos, vinieron a morar en la Tierra, tomaron esposas para sí y produjeron una prole a la que se llamó nefilim. (Gé. 6:1-4; 1Pe 3:19, 20; 2Pe. 2:4; Jud. 6.) Al dejar de servir a Dios, estos ángeles quedaron bajo el control de Satanás. Por consiguiente, a este se le llama “el gobernante de los demonios”. En una ocasión, cuando Jesús expulsó los demonios de un hombre, los fariseos le acusaron de hacerlo gracias al poder de “Beelzebub, el gobernante de los demonios”. La respuesta de Jesús: “Si Satanás expulsa a Satanás, ha llegado a estar dividido contra sí mismo”, muestra que ellos se referían a Satanás. (Mt. 12:22-27.)
El apóstol Pablo relaciona a Satanás con las “fuerzas espirituales inicuas en los lugares celestiales”, y las llama “los gobernantes mundiales de esta oscuridad”. (Ef. 6:11, 12.) Por tratarse de una fuerza invisible cuyo dominio abarca las inmediaciones de la Tierra, se llama a Satanás el “gobernante de la autoridad del aire”. (Ef. 2:2.) En Revelación se le muestra como el que está “extraviando a toda la tierra habitada”. (Rev. 12:9.) El apóstol Juan dijo que “el mundo entero yace en el poder del inicuo”. (1Jn. 5:19.) Por lo tanto, él es “el gobernante de este mundo”. (Jn. 12:31.) Por esta razón, Santiago escribió que “la amistad con el mundo es enemistad con Dios”. (Snt. 4:4.)
Su lucha por destruir a la “descendencia”.
Satanás se esforzó desde el mismo principio por impedir que viniese la prometida “descendencia” de Abrahán. (Gé. 12:7.) Por lo visto, intentó que Sara se contaminase para que no fuese digna de dar a luz a la descendencia; pero Dios la protegió. (Gé. 20:1-18.) Hizo todo lo posible por destruir a aquellos a quienes Dios escogió como descendencia de Abrahán, la nación de Israel. Con ese fin, los indujo a pecar e hizo que otras naciones atacaran a Israel, como muestra la historia bíblica. Un punto culminante de los intentos ambiciosos de Satanás en su lucha contra Dios, que él consideró un éxito, llegó cuando el rey de la tercera potencia mundial de la historia bíblica, Babilonia, tomó Jerusalén; derrocó a Sedequías, rey del linaje de David; destruyó el templo de Jehová, y desoló Jerusalén y Judá. (Eze. 21:25-27.)
Como la dinastía babilonia encabezada por Nabucodonosor obraba como instrumento de Satanás, mantuvo a Israel en el exilio por sesenta y ocho años, justo hasta el momento de su caída. De hecho, Babilonia no tenía la intención de dejar en libertad a sus cautivos, una actitud que reflejaba la arrogancia y los designios ambiciosos de Satanás, que actuaba como dios rival opuesto al Dios Soberano Universal, Jehová. Los reyes babilonios adoraban al ídolo-dios Marduk, a la diosa Istar y a un nutrido panteón de deidades, por lo que eran en realidad demonólatras, y como parte del mundo alejado de Dios, estaban bajo el control de Satanás. (Sl. 96:5; 1Co. 10:20; Ef. 2:12; Col 1:21.)
Satanás había logrado imbuir al rey de Babilonia de la ambición de dominar al mundo, incluso “el trono de Jehová” (1Cr. 29:23) y “las estrellas de Dios”, la dinastía davídica que ocupaba el trono sobre el monte Moria (por extensión, Sión). Este “rey”, es decir, la dinastía babilonia, se había envanecido en su corazón y era a sus ojos y a los ojos de sus admiradores “el resplandeciente”, un “hijo del alba”. (Hay traducciones que conservan el término “Lucifer”, que emplea la Vulgata latina. Sin embargo, ese término solo traduce la voz hebrea heh·lél, “resplandeciente”; no se trata de un nombre ni de un título, solo se emplea para aludir a la actitud arrogante que asumió la dinastía babilonia encabezada por Nabucodonosor.) (Isaias 14:4-21.) Como Babilonia era un instrumento de Satanás, era de esperar que su “rey” reflejara la misma ambición desmedida que él tenía. Una vez más, Jehová salió al rescate de su pueblo y lo repatrió, a la espera de que llegase la descendencia o simiente prometida. (Esdras 1:1-6.)
Fuente: Perspicacia para comprender las Escrituras, Tomo 2 págs. 969-973 Satanás
No hay comentarios:
Publicar un comentario
¿Quieres dejar tu opinión sobre este artículo?