16 de diciembre de 2015

Relato: Como una niña traviesa


Como una niña traviesa sorteaba a los rivales sobre el campo de tierra mientras el balón viajaba entre sus pies. Avanzaba con una sonrisa en los labios. Y cuando levantaba los ojos podía ver un mundo poblado de cielos azules. Su sonrisa era un fuego que se escribía en el viento como una suave caricia, y yo quedaba sin aliento viéndola saborear la vida. Si pudiera detener este instante, pensaba, y me lanzaba tras ella, tratando de alcanzar su alegría. Mi corazón era una isla donde sus ojos eran mi tesoro.
Algunos años atrás había sufrido un accidente que le complicó la movilidad de uno de sus pies, pero  eso ahora le daba una graciosa forma de andar.
- Pareces un patito - le decía yo. Y ella sonreía. 
Tenía una forma peculiar de hacerlo todo. Un modo suyo, muy suyo. Paciencia y alegría. Parecía que cada cosa que ella tocaba se impregnaba de su aroma, de su manera de ser. Iba por aquí y por allá, dejando una estela de estrellas que solo yo podía ver. El viento se llevaba su risa y mi corazón iba tras ella. 
- Aquí, aquí - gritaba pidiendo la pelota.
- Ten cuidado - susurraba yo a lo lejos. 
Trastabilló y yo preguntaba "¿estás bien?", y ella "sí, no te preocupes", se levantaba y proseguía con una sonrisa en los labios. Era muy hermoso ver a las hermanas jugando fútbol, divirtiéndose como pequeñas niñas. Ella intentaba hacer un amague mientras la pelota impaciente se alejaba. Daba un puntazo y gol. El horizonte se iluminaba. 
Mi corazón no podía dejar de sonreír. Después de tantos años, sentía que había llegado al fin a casa. 


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