13 de diciembre de 2015

Relato: Esperando


El viento soplaba suavemente en la colina, mientras esperábamos que se abriera la puerta. 
- ¿Por qué no tocas de nuevo? 
A lo lejos, el horizonte parecía incendiarse con las ultimas luces de la tarde. El aroma suave de los geranios se desprendían desde los maceteros colocados al pie del pequeño balcón. El piso terroso apenas si mantenía las huellas de nuestros pies. 
- No responde - dije, después de haber tocado por segunda vez-. Debe de haber ido a casa de su papá. Generalmente va a visitarlo los domingos.
- Pero ya es tarde. ¿Le habrá pasado algo?
- No, no lo creo. Mira, las luces están apagadas y hay una pequeña aldaba. No hay nadie en casa - sentencié.
- ¿Nos vamos?
- Aún nos queda algo de tiempo antes del siguiente estudio. Qué te parece si lo esperamos un poco. Quizá esté por llegar. 
Ella asintió con la cabeza y me alcanzó la Atalaya que estaba ojeando. 
- Mira, este mes es el último que vienen juntas - dijo, separándola de la Despertad.
Recordé cuando lo anunciaron en el Salón del Reino. Ya lo había leído en la JW, pero de igual manera no dejo de reavivar mi sorpresa. Pero era entendible. Eran otros tiempos. La información se movía más por el internet y los medios digitales. 
- Así se podrá invertir el dinero en otras publicaciones - me señaló ella en aquella ocasión.
A lo lejos podía ver los barcos anclados en el puerto. El crepúsculo se resistía a desaparecer. Aunque ya los bordes oscuros de la noche nos cubrían, en el horizonte, rojas lenguas de fuego parecía alzarse hasta besar las nubes estilizadas. Miré el camino recorrido. Habíamos tenido que abordar un bus y luego una moto para llegar hasta la pequeña plaza; caminar unos cien metros hasta el borde del cerro, subirlo a trechos, deteniéndonos a retomar el aliento, pues por la mañana habíamos hecho varias rutas parecidas. 
- ¿Estas bien? - le preguntaba de cuando en cuando. Ella respondía con un breve sí y tomaba un sorbo de su agua embotellada.
- ¿Estas seguro que no te llamó? 
- No, no tiene cel.
- ¿Y no te escribió a tu facebook? De repente te aviso que no podía llegar.
- No, no lo hizo.
Ambos miramos los oscurecidos geranios mecidos por el viento. Parecía que la oscuridad le conferencia una cierta tristeza casi animal. Sacudimos nuestra ropa al levantarnos.
- Déjale un tratado.
Saqué un tratado de mi morral y lo coloque en un resquicio de la puerta de madera.
- No te preocupes - dije - no se lo llevará el viento. Esta bien sujeto.
- Ya debemos ir donde la señora Sonia. ¿Tienes su número de teléfono?
Negué con la cabeza 
- Espero que esté en casa
- Yo espero que tenga tiempo -  dije tratando de sonreir. 


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